Este
ha sido el título de la conferencia pronunciada por D. Fernando Villada
Paredes, arqueólogo municipal de la Ciudad Autónoma de Ceuta, en la sede de la
Casa de Ceuta en Cádiz el jueves, diecinueve de octubre, intervención
programada para la tercera sesión de la XVII Semana Cultural de la referida
asociación.
Honró
la jornada con su asistencia el Tte. Coronel de la Guardia Civil D. José
Antonio Carvajal Cantarero, en representación del Coronel Jefe de la
Comandancia de Cádiz, D. Alfonso Rodríguez Castillo.
Tras
la presentación del conferenciante realizada por el presidente de la Yeza,
aunque ya el primero nos ha ilustrado en otras ocasiones con la exposición de
sus investigaciones en ese apasionante campo de la arqueología, comenzó
Fernando Villada informando que en esta ocasión no iba a darnos noticia de sus
últimos trabajos, como había venido realizando en anteriores ocasiones, sino
que iba a "tirarse a la piscina sin mirar si había agua" cambiando el
tema y el formato, ya que iba a describirnos un viaje a la Ceuta del siglo XIV
de la mano de un personaje andalusí como fue Ibn al - Jatib, quien al término
de su visita expuso su admiración por la ciudad, de manera muy poética, así como
señalando el amor que sus habitantes sentían por ella, que " la hacían preferible
incluso a la Meca o a Medina", lo que para un musulmán era prácticamente
una blasfemia.
Este
Ibn al - Jatib al - Samani, nacido en Loja de familia árabe fue un famosísimo
personaje de Al - Andalus fue polígrafo, llegando a ser visir del reino nazarí
de Granada, en una época en que Meriníes y Nazaríes se disputaban la herencia
del cénit de lo que fue la España musulmana bajo el esplendor del Califato de
Córdoba, ya desaparecido a esas alturas de la historia.
Según
parece, viajó a Ceuta en noviembre de 1371 huyendo de Granada, donde se le
tachaba de traidor, siendo recibido por el gobernador Merínida con grandes
honores, tras fondear su embarcación en la ensenada norte, entrando a la ciudad
por la Puerta de Santa María (nombre adoptado por los lusitanos para dicha
puerta tras la conquista, por ser por la que entró nuestra Patrona), según se
cree. Se hospedó en el palacio del gobernador, de un lujo sorprendente incluso
para alguien como él. Admiró las ricas telas que se vendían en las abarrotadas
calles de la medina, así como las vasijas, calderos, etc…, todo ello
manufacturado en la ciudad. Visitó la mezquita aljama, que contaba con 22
naves, cosa muy poco corriente en la época, construida sobre una antigua
iglesia cristiana, deteniéndose en su rica biblioteca (Ceuta contaba con
industria papelera y se elaboraban muchos libros). Pasó por la Madrasa, algunas
de cuyas piezas, tras permanecer en el Museo de Cádiz, han vuelto a la plaza.
Pudo ver algunos de los 360 funduqs existentes, como Funduq al – Kebir (almacén
de cereales) o Funduq Ganim (de tres pisos y veinticuatro habitaciones, para
hospedaje de viajeros).
Se
sorprendería nuestro refugiado-viajero con el sistema de evacuación de aguas
existente en Ceuta, insólito en la época, así como la presencia de letrinas en
todas las casas, otra cosa muy poco frecuente en aquel entonces. Saliendo por
la puerta califal pasaría a los arrabales, donde trabajaban los curtidores y
los alfareros en evitación de molestias para la población de la medina (malos
olores, humos) y llegaría a Al - Mansura, ciudad Merinida que tenía de todo,
incluso su propia medina, probablemente erigida para vigilar o disuadir al
grueso de la población de veleidades insurreccionales, pudiendo observar las
prácticas de tiro de los arqueros, de excepcional habilidad los por entonces
allí existentes. Lástima que al final de su viaje en busca del sultán acabase
asesinado en una cárcel de Fez aquel poeta, polígrafo, intelectual y hombre de
gobierno que tanto ponderó en sus escritos la belleza e importancia de la Ceuta
del siglo XIV.
Terminada
su intervención, el presidente le hizo entrega de un recuerdo de su paso por la
semana, acompañado por los aplausos de los asistentes. Así mismo, de la Yeza
invitó al Tte. Coronel de la Guardia Civil a firmar en el libro de honor, como
todos los invitados que visitan la Casa por primera vez.
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