Efectivamente, el miércoles uno
de noviembre, día de Todos los Santos (los "tosantos", como
popularmente se le denomina en Cádiz), festividad religiosa unida en nuestra Ceuta
natal a la tradición de "La Mochila", la Casa de Ceuta en esta Bahía
de Cádiz, siguiendo su norma de celebrar las fiestas tradicionales ceutíes a la
usanza de la patria chica, concentró a un grupo de socios especialmente
entusiastas de las costumbres de la antigua Septem Fratres para disfrutar de
una jornada al aire libre y en lugar arbolado, como se viene haciendo en Ceuta
desde tiempo inmemorial.
Al igual (o casi) que el año
pasado, se eligió un pinar de los varios existentes en el término municipal de
Chiclana de la Frontera, en el Poblado de Sancti Petri, muy próximo a una de
las muchas playas que el litoral chiclanero ofrece a naturales y foráneos, los
miembros del grupo adheridos a la actividad, que estaba programada también como
siempre, y tras una concentración previa en un punto de todos conocido al objeto
de evitar despistes para aquellos poco expertos en tales andurriales, puesto
que el desplazamiento, también como siempre, era a base de vehículos
particulares, lo que obviamente limita mucho las libaciones de los conductores,
pero todo sea en aras de la economía asociativa.
Tras disponer mesas y sillas
playeras, todavía muy a mano dada la tardanza en la llegada del otoño
atmosférico, y dada la hora alcanzada después de todo lo relatado anteriormente,
se procedió a cubrir las mesas citadas con todas las viandas aportadas por el
colectivo, junto con las bebidas refrescantes correspondientes, cuyos colores
iban del amarillo pálido al rojo violáceo y, sin solución de continuidad, se
comenzó a dar buena cuenta de ellas, demostrándose una vez más el buen apetito
de los allí congregados. Al final de la pitanza, y para seguir la tradición,
exhibición de las “talegas” aportadas por las señoras, algunas bordadas hace
algunas décadas, y reparto de frutos secos típicos de temporada, y una vez
entonadas algunas coplillas propias de la ocasión, un paseíto por el pequeño
acantilado próximo y playa solitaria que invitaba al mismo e incluso baño de
uno de los participantes, conocedor del litoral en concreto donde nos
hallábamos.
Una vez se volvió al campamento,
fotos de familia y recogida de muebles playeros y otros enseres para embarcar
en los correspondientes turismos para la vuelta hacia Cádiz, despedidas
mediantes y recordatorio de las actividades próximas para los mas olvidadizos.
Hasta el año que viene, D.m.
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